domingo, 8 de noviembre de 2009

EL DINERO

¿Por qué el dinero ha asumido tan inmensa importancia en nuestra vida? ¿Acaso dependemos exclusivamente de él para nuestra propia felicidad psicológica? Todos los seres humanos necesitamos, pan, abrigo y refugio; esto se sabe. Pero, ¿por qué es que esto tan natural y sencillo para las aves del cielo, ha asumido importancia y significación tan tremenda y espantosa? El dinero ha asumido tal valor exagerado y desproporcionado porque psicológicamente dependemos de él para nuestro bienestar. El dinero alimenta nuestra vanidad personal, nos da prestigio social, nos brinda los medios de lograr el poder. El dinero ha sido usado por la mente con fines y propósitos totalmente diferentes de los que tiene en si mismo, entre las cuales esta cubrir nuestras necesidades físicas inmediatas. El dinero esta siendo utilizado con propósitos psicológicos; esa es la causa por la cual el dinero ha asumido una importancia exagerada y desproporcionada.

Necesitamos dinero para tener pan, abrigo y refugio; eso es obvio. Pero cuando el dinero se convierte en una necesidad psicológica. Cuando lo utilizamos con propósitos diversos de los que tiene en sí mismo, cuando dependemos de él para conseguir fama, prestigio, posición social etc., entonces el dinero asume ante la mente una importancia exagerada y desproporcionada; de aquí se origina la lucha y el conflicto por poseerlo.

Es lógico que tenemos necesidad de conseguir dinero para satisfacer nuestras necesidades físicas. (Para tener pan, abrigo y refugio). Pero si dependemos del dinero exclusivamente para nuestra propia felicidad y satisfacción personal, entonces somos los seres más desgraciados de la tierra. Cuando comprendemos profundamente que el dinero sólo tiene por objeto proporcionarnos pan, abrigo y refugio, entonces le ponemos espontáneamente una limitación inteligente; el resultado de esto es que el dinero ya no asume ante nosotros esa importancia tan exagerada que tiene cuando se convierte en una necesidad psicológica.

El dinero en si no es bueno ni malo. Todo depende del uso que hagamos de él. Si lo utilizamos para el bien, es bueno. Si lo utilizamos para el mal, es malo.

Necesitamos comprender a fondo la verdadera naturaleza de la sensación y de la satisfacción. La mente que quiera llegar a comprender la verdad debe estar libre de estas trabas.

Si queremos de verdad libertar el pensamiento de las trabas de la sensación de satisfacción, tenemos que empezar con aquellas sensaciones que son para nosotros más familiares, y establecer allí el adecuado cimiento para la comprensión. Las sensaciones tienen su lugar adecuado y cuando las comprendemos profundamente en todos los niveles de la mente, no asumen la estúpida deformación que ahora tiene. Muchas personas piensan que si todo orden de cosas marchase de acuerdo con el partido político al cual pertenecen y por el cual luchan siempre, entonces tendríamos un mundo feliz lleno de abundancia, paz y perfección. Ese es un concepto falso, porque realmente nada de eso puede existir si antes no hemos comprendido individualmente el verdadero significado de las cosas. El ser humano es demasiado pobre internamente y por eso necesita del dinero y de las cosas para su sensación y satisfacción personal. Cuando alguien es pobre internamente busca externamente dinero y cosas para completarse y buscar satisfacción. Es por eso que el dinero y las cosas materiales han tomado un valor desproporcionado y que el ser humano esté dispuesto a robar, explotar, y mentir a cada instante. A eso se debe la lucha entre el capital y el trabajo, entre patronos y obreros, entre explotadores y explotados, etc.

Son inútiles los cambios políticos sin haber comprendido antes nuestra propia pobreza interior. Pueden cambiarse una y otra vez los sistemas económicos, pueden alterarse una y otra vez el sistema social, pero si no hemos comprendido profundamente la íntima naturaleza de nuestra pobreza interior, el individuo creará siempre nuevos medios y caminos de obtener satisfacción personal a costa de la paz de otros.

Es urgente comprender profundamente la naturaleza íntima de este "mí mismo", si es que realmente queremos ser ricos internamente. Quien es rico internamente es incapaz de explotar al prójimo, es incapaz de robar y de mentir. Quien es rico internamente está libre de las trabas de la sensación y satisfacción personal. Quien es rico internamente ha hallado la felicidad.

Necesitamos dinero, es cierto. Pero es necesario comprender profundamente nuestra justa relación con éste. Ni el asceta, ni el avaro codicioso han comprendido jamás cuál es nuestra justa relación con el dinero. No es renunciando al dinero, ni codiciándolo, como podemos llegar a entender nuestra justa relación con éste. Necesitamos comprensión para darnos cuenta inteligentemente de nuestras propias necesidades materiales sin depender desproporcionalmente del dinero.

Cuando comprendemos nuestra justa relación con el dinero, termina de hecho el dolor del desprendimiento, y el sufrimiento espantoso que nos produce la competencia. Debemos aprender a diferenciar entre nuestras necesidades físicas inmediatas y la dependencia psicológica de las cosas. La dependencia psicológica de las cosas crea la explotación y la esclavitud.

Necesitamos dinero para cubrir nuestras necesidades físicas inmediatas. Desgraciadamente la necesidad se transforma en codicia. El "yo" psicológico, percibiendo su propia vaciedad y miseria, suele darle al dinero y a las cosas un valor distinto al que tienen, un valor exagerado y absurdo. Así es como el "yo" quiere hacerse sentir, deslumbrar al prójimo con las cosas y el dinero. Hoy en día nuestra relación con el dinero se basa en la codicia. Alegamos siempre necesidad, para justificar codicia. La codicia es la causa secreta del odio, y de las brutalidades del mundo. Estas ultimas suelen asumir muchas veces aspectos legales. La codicia es la causa de la guerra y de todas las miserias de este mundo. Si queremos acabar con la codicia del Mundo, debemos comprender profundamente que ese Mundo está dentro de nosotros mismos. Nosotros somos el Mundo La codicia de los demás individuos está dentro de nosotros mismos. Realmente todos los individuos viven dentro de nuestra propia con ciencia. La codicia del mundo está dentro del individuo. Solo acabando con la codicia que llevamos dentro terminará la codicia en el mundo. Sólo comprendiendo el proceso complejo de la codicia en todos los niveles de la mente, podemos llegar a experimentar la Gran Realidad.

lunes, 1 de septiembre de 2008

sábado, 2 de agosto de 2008

EL AMOR (Samael Aun Weor)

Sobre el Amor

13:4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 13:5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 13:6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 13:7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (San Pablo)

El amor es muy poderoso, un bien grandioso y completo. El amor aligera toda carga, y suaviza los lugares ásperos. Aguanta cualquier cosa difícil como si nada, y convierte la amargura en algo dulce y aceptable. Nada es mas dulce que el amor, Nada es mas fuerte, Nada es mas alto, Nada es más ancho, Nada es más placentero, Nada es mas lleno y mejor en el cielo o en la tierra, Pues el amor es nacido de Dios. El amor vuela, corre y brinca de gozo. Es gratis y sin restricción. El amor no conoce limites, pero fervientemente trasciendo toda atadura. El amor no siente la carga, no toma crédito por su esfuerzo, E intenta hacer cosas mas allá de sus fuerzas. El amor no ve algo como imposible, Pues se siente capaz de lograr todas las cosas. Es extraño y efectivo, Mientras que aquellos que no lo tienen desmayan y fracasan. El amor no es inconstante ni sentimental. Tampoco pone su empeño en vanidades, Como flama viva y como antorcha ardiente. Se mueve hacia arriba y con seguridad sobrepasa cualquier obstáculo. (Tomás Kempis)

Amar, cuan bello es Amar. Sólo las GRANDES ALMAS pueden y saben Amar. El amor es ternura infinita... el amor es la vida que palpita en cada átomo como palpita en cada sol. El amor no se puede definir porque es LA DIVINA MADRE DEL MUNDO; es ESO QUE ADVIENE A NOSOTROS cuando realmente estamos enamorados. El amor se siente en lo hondo del corazón; es una vivencia deliciosa, es un fuego que consume, es vino divino, delirio del que lo bebe. Un simple pañuelito perfumado, una carta, una flor, promueven en el fondo del alma tremendas inquietudes íntimas, éxtasis exóticos, voluptuosidad inefable. Nadie ha podido jamás definir el amor; hay que vivenciarlo, hay que sentirlo. Sólo los grandes enamorados saben realmente que es eso que se llama AMOR. El Matrimonio Perfecto es la unión de dos seres que verdaderamente SABEN AMAR. (Samael Aun Weor)

LEY DEL KARMA Y DHARMA (Samael aun weor)

Ante todo es necesario que entendamos lo que es la palabra sánscrita Karma. No está de más aseverar que tal palabra en sí misma significa Ley de Acción y Consecuencia. Obviamente, no existe causa sin efecto, ni efecto sin causa. Cualquier acto de nuestra vida, bueno o malo tiene sus consecuencias.

Es indubitable que el Ego comete innumerables errores cuyo resultado es el dolor. Pensemos por un momento en las muchedumbres humanoides que pueblan la faz de la Tierra. Sufren lo indecible víctimas de sus propios errores; sin el Ego no tendríamos esos errores, ni tampoco sufriríamos las consecuencias de los mismos.

La Ley de Karma y Dharma está dirigida por el Jerarca Anubis y sus cuarenta y dos Jueces de la Ley.

Lo único que se requiere para tener derecho a la verdadera felicidad es ante todo no tener Ego. Ciertamente, cuando no existen dentro de nosotros los agregados psíquicos, los elementos inhumanos que nos vuelven tan horribles y malvados, no hay Karma por pagar y el resultado es la felicidad.

Cuando uno vive de acuerdo con el recto pensar, el recto sentir y el recto obrar, las consecuencias suelen ser dichosas. Desafortunadamente, el pensamiento justo, el sentimiento justo, la acción justa, etc., se hace imposible cuando una segunda naturaleza inhumana, actúa en nosotros y dentro de nosotros y a través de nosotros, aquí y ahora. Si no fuese por el mí mismo, nadie sería iracundo, nadie codiciaría los bienes ajenos, ninguno sería lujurioso, envidioso, orgulloso, perezoso, glotón, etc.

La Justicia y la Misericordia son las dos columnas torales de la Fraternidad Universal Blanca. La Justicia sin Misericordia es tiranía; la Misericordia sin Justicia es tolerancia, complacencia con el delito. En este mundo de desdichas en que nos encontramos, se hace necesario aprender a manejar nuestros propios negocios para enrumbar el barco de la existencia, a través de las diversas escalas de la vida.

El Karma es negociable y esto es algo que puede sorprender muchísimo a los secuaces de diversas escuelas ortodoxas. Ciertamente algunos pseudo-esoteristas y pseudo ocultistas se han tornado demasiado pesimistas en relación con la Ley de Acción y Consecuencia; suponen equivocadamente que ésta se desenvuelve en forma mecanicista, automática y cruel. Si la Ley de Acción y Consecuencia (Karma y Dharma), si el Némesis de la existencia no fuera negociable, entonces ¿dónde quedaría la Misericordia Divina?

Cuando una ley inferior es transcendida por una ley superior, la ley superior lava a la ley inferior.

Haz buenas obras para que pagues tus deudas (Karma). Al León de la Ley se le combate con la Balanza. Quien tiene con qué pagar, paga y sale bien en sus negocios; quien no tiene con qué pagar, pagará con dolor.

Si en un platillo de la Balanza Cósmica, ponemos las buenas obras y en el otro las malas, es evidente que el Karma dependerá del peso de la balanza.

Si pesa más el platillo de las malas acciones, el resultado será las amarguras; sin embargo, es posible aumentar el peso de las buenas obras en el platillo del fiel de la balanza y en esta forma cancelaremos Karma sin necesidad de sufrir. Todo lo que necesitamos es hacer buenas obras para aumentar el peso en el platillo de las buenas acciones. Nunca debemos protestar contra el Karma, lo importante es saberlo negociar. Desgraciadamente a las gentes lo único que se les ocurre, cuando se hallan en una gran amargura, es lavarse las manos como Pilatos, decir que no han hecho nada malo, que no son culpables, que son almas justas, etc.

A los que están en miseria que revisen su conducta, que se juzguen a sí mismos, que se sienten, aunque sea por un momento, en el banquillo de los acusados, que después de un somero análisis de sí mismos, modifiquen su conducta. Si esos que se hallan sin trabajo se tornasen castos, infinitamente caritativos, apacibles, serviciales en un cien por ciento, es obvio que alterarían radicalmente la causa de su desgracia, modificando en consecuencia, el efecto. No es posible alterar un efecto si antes no se ha modificado la causa que lo produjo, pues como ya dijimos, no existe efecto sin causa ni causa sin efecto. No hay duda de que la miseria tiene sus causas en las borracheras, asqueante lujuria, en la violencia, en los adulterios, en el despilfarro y en la avaricia, etc. No es posible que alguien se encuentre en miseria cuando el Padre que está en secreto se encuentra aquí y ahora.

El Karma es una medicina que se nos aplica para nuestro propio bien. Desgraciadamente las gentes, en lugar de inclinarse reverentes ante el eterno Dios viviente, protestan, blasfeman, se justifican a sí mismos, se disculpan neciamente y se lavan las manos como Pilatos. Con tales protestas no se modifica el Karma, al contrario, se torna más duro y severo.

Reclamamos fidelidad del cónyuge cuando nosotros mismos hemos sido adúlteros en ésta o en vidas precedentes.

Pedimos amor cuando hemos sido despiadados y crueles. Solicitamos comprensión cuando nunca hemos sabido comprender a nadie, cuando jamás hemos aprendido a ver el punto de vista ajeno.

Anhelamos dichas inmensas, cuando hemos sido siempre el origen de muchas desdichas.

Hubiéramos querido nacer en un hogar muy hermoso y con muchas comodidades, cuando no supimos en pasadas existencias brindarle a nuestros hijos hogar y belleza. Protestamos contra los insultadores cuando siempre hemos insultado a todos los que nos rodean.

Queremos que nuestros hijos nos obedezcan, cuando jamás supimos obedecer a nuestros padres.

Nos molesta terriblemente la calumnia, cuando nosotros siempre fuimos calumniadores y llenamos al mundo de dolor.

Nos fastidia la chismografía, no queremos que nadie murmure de nosotros, y sin embargo, siempre anduvimos en chismes y murmuraciones hablando mal del prójimo, mortificándole la vida a los demás. Es decir, siempre reclamamos lo que no hemos dado; en todas nuestras vidas anteriores fuimos malvados y merecemos lo peor, pero nosotros suponemos que se nos debe dar lo mejor.

Los enfermos, en vez de preocuparse tanto por sí mismos, deberían trabajar por los demás, hacer obras de caridad, tratar de sanar a otros, consolar a los afligidos, llevar al médico a quienes no tienen con qué pagarlo, regalar medicinas, etc., y así cancelarían su Karma y sanarían totalmente.

Quienes sufren en sus hogares deberían multiplicar su humildad, su paciencia y serenidad. No contestar con malas palabras; no tiranizar al prójimo, no fastidiar a los que nos rodean, saber dispensar los defectos ajenos con una paciencia multiplicada hasta el infinito, así cancelarían su Karma y se volverían mejor.

Desgraciadamente, ese Ego que cada cual tiene dentro, hace exactamente lo contrario de lo que aquí estamos diciendo, por tal motivo considero urgente, inaplazable, impostergable, reducir al mí mismo a polvareda cósmica.

Cuando tal o cual Karma se encuentra ya totalmente desarrollado y desenvuelto, tiene que llegar hasta el final inevitablemente. Esto significa que sólo es posible modificar radicalmente el Karma cuando el arrepentimiento es total y cuando toda posibilidad de repetir el error que lo produjo, ha desaparecido radicalmente.

Karmaduro llegando a su final es siempre catastrófico. No todo el Karma es negociable.

Es bueno saber también que cuando hemos eliminado radicalmente al "yo psicológico", la posibilidad de delinquir queda aniquilada y en consecuencia, el Karma puede ser perdonado.

viernes, 4 de julio de 2008

Descubrir Defectos.

Práctica.- Un gran hombre, después de haberse estudiado a sí mismo, descubrió que tenía doce defectos que le estaban perjudicando. Este hombre dijo: "Así como es imposible cazar diez liebres al mismo tiempo, porque el cazador que quisiese hacer esto no cazaría ninguna, así también es imposible acabar con mis doce defectos al mismo tiempo".

Mutus LiberEste hombre llego a la conclusión de que sería mejor cazar una liebre y luego otra; acabar primero con un defecto y luego con otro. Resolvió este hombre dedicarle dos meses a cada defecto. Cuando el hombre llegó a los veinticuatro meses ya no tenía los defectos. Había acabado con los doce defectos que le impedían llegar al triunfo. El resultado fue maravilloso. Este hombre se convirtió en el primer ciudadano de los Estados Unidos. Su nombre: Benjamín Franklin. Imite Ud. a este personaje. Examínese y vea cuantos defectos Ud. tiene. Cuéntelos, enumérelos. Luego dedíqueles dos meses a cada defecto, en orden sucesivo, hasta que los elimine todos.

Siéntese Ud. en un cómodo sillón. Y ore a su Dios Interno así: Tú que eres mi verdadero ser, Tú que eres mi Dios Interno, Iluminadme, Ayudadme. Hazme ver mis propios defectos. AMEN.

Concéntrese Ud. en esta plegaria hasta llegar al sueño profundo. Trate Ud. de descubrir todos sus defectos. Le aconsejamos leer la Biblia. En los cuatro Evangelios se encuentra la palabra del Divino Maestro. Allí verá Ud. las virtudes que necesita. Allí descubrirá las virtudes que le faltan. Donde falta una virtud existe un defecto.

Samael Aun Weor. Introducción a la Gnosis

++ En posteriores aclaraciones el maestro Samael Aun Weor, comenta que es posible estudiar varios defectos si lo hacemos en orden, es decir, si tratamos de comprender un defecto en meditación dedicándole el tiempo que sea necesario y terminando de estudiar tal o cual defecto, es posible si tenemos la disposición de estudiar otro. Si estamos iniciando el trabajo, con uno solo está bien. La practica de la semana es la realización de un "Inventario psicológico" y el trabajo de comprensión con algún defecto.